La Confederación Sudamericana de Fútbol decide mantener a los campeones y subcampeones nacionales en la competencia a pesar de la oposición de la dirigencia brasileña. Brasil finalmente acepta las condiciones sin saber que uno de sus clubes sería de los grandes protagonistas de la Copa Libertadores de América de 1968.
Así, las diez federaciones de la C.S.F quedaron representadas con dos clubes cada una, sumándose en semifinales el campeón vigente: el Racing Club de Avellaneda.